Mientras en un país existan burros es porque dicho territorio está atrasado y es intolerante por naturaleza… y acá hay mucho burro. Hoy me cogieron de mal genio, de malas pulgas, verraco, iracundo y más arpía que nunca jamás. Yo no voy a permitir que me ultrajen o me sometan a vejámenes así como así, no faltaba más. Estas líneas están dedicadas, única y exclusivamente, a una chucha vieja y cochina, conductor de Circular Coonatra, placas TIT 595 de Medellín, ruta 300 y 301.
La odisea comenzó en el puente de la Iguaná, a dos cuadras del periódico El Mundo, donde este medio de transporte y guarichadas transita diariamente. Para mi infortunio me subí a semejante destartale, cuyo “conductor” era un viejo de 70 años aproximadamente, más ordinario que un pincher de bosal y falda. Este señor, si se puede llamar así, no tiene idea de manejar. Por dicho motivo todos los pasajeros nos vimos matados más de 10 veces en un trayecto de 20 minutos. Se pasó un semáforo en rojo, no se parqueó en uno de los paraderos porque el muy bestia iba cogido de la tarde, por poco y se le va encima a una moto, metía los cambios mal (ya se imaginarán el estruendo) y si se encontraba con un trancón comenzaba a sacarle la leche a ese pito, cuyos decibeles eran más fuertes que los de la trompeta de Gabriel. Alguien, muy generoso, le protestó a la chucha, quien iracunda y con alto grado de conchudez le dijo que iba de afán, gústele a quien le guste. Qué tal este verraco tan subido. Mientras peleaba y echaba cantaleta se pasó 3 policías acostados, tirando a dos pobres señoras al suelo y dejando a más de uno sin aire. A mí me disculparán, señores lectores, pero me provocó coger a pata a esa chanda inmunda e irrespetuosa. No me le sé el nombre pero a esa rata ya le tengo la cola pisada porque esta vaina no se va a quedar así. No voy a descansar hasta ver público el nombre completo de esa mula y de distanciarlo a más de 500 metros de una cabrilla, por animal. Me imagino que el directamente implicado responderá al nombre de Roncancio Patadura del Corral.
Este fastidioso hecho es apenas un ejemplo de lo que pasa a diario en todas las rutas de Medellín; me atrevo a decir que en todas las de este país. Todos, a excepción de algunos cuerdos, son unos hijos de la peor madre que no se merecen el respeto de nadie. Alguien que atente contra el derecho a la vida, la integridad física y moral de cualquier ser humano debe tener el título de persona no grata en cualquier parte del mundo. Y eso, querido lector, que no he mencionado a aquellos choferes que son compinches de las ratas mayores de esta ciudad, de las sanguijuelas ladronas que hacen corrillo en el barrio El Pesebre, aledaño a Robledo, y los del Parque Berrío, entre otros.
A todos ustedes, degenerados e imprudentes, que creen que la gente decente somos una mercancía barata, les va a saber a cacho que yo sea un constante pasajero de las rutas de Medellín. O respetan o no nos cobren el pasaje.
“El Caricato”
La odisea comenzó en el puente de la Iguaná, a dos cuadras del periódico El Mundo, donde este medio de transporte y guarichadas transita diariamente. Para mi infortunio me subí a semejante destartale, cuyo “conductor” era un viejo de 70 años aproximadamente, más ordinario que un pincher de bosal y falda. Este señor, si se puede llamar así, no tiene idea de manejar. Por dicho motivo todos los pasajeros nos vimos matados más de 10 veces en un trayecto de 20 minutos. Se pasó un semáforo en rojo, no se parqueó en uno de los paraderos porque el muy bestia iba cogido de la tarde, por poco y se le va encima a una moto, metía los cambios mal (ya se imaginarán el estruendo) y si se encontraba con un trancón comenzaba a sacarle la leche a ese pito, cuyos decibeles eran más fuertes que los de la trompeta de Gabriel. Alguien, muy generoso, le protestó a la chucha, quien iracunda y con alto grado de conchudez le dijo que iba de afán, gústele a quien le guste. Qué tal este verraco tan subido. Mientras peleaba y echaba cantaleta se pasó 3 policías acostados, tirando a dos pobres señoras al suelo y dejando a más de uno sin aire. A mí me disculparán, señores lectores, pero me provocó coger a pata a esa chanda inmunda e irrespetuosa. No me le sé el nombre pero a esa rata ya le tengo la cola pisada porque esta vaina no se va a quedar así. No voy a descansar hasta ver público el nombre completo de esa mula y de distanciarlo a más de 500 metros de una cabrilla, por animal. Me imagino que el directamente implicado responderá al nombre de Roncancio Patadura del Corral.
Este fastidioso hecho es apenas un ejemplo de lo que pasa a diario en todas las rutas de Medellín; me atrevo a decir que en todas las de este país. Todos, a excepción de algunos cuerdos, son unos hijos de la peor madre que no se merecen el respeto de nadie. Alguien que atente contra el derecho a la vida, la integridad física y moral de cualquier ser humano debe tener el título de persona no grata en cualquier parte del mundo. Y eso, querido lector, que no he mencionado a aquellos choferes que son compinches de las ratas mayores de esta ciudad, de las sanguijuelas ladronas que hacen corrillo en el barrio El Pesebre, aledaño a Robledo, y los del Parque Berrío, entre otros.
A todos ustedes, degenerados e imprudentes, que creen que la gente decente somos una mercancía barata, les va a saber a cacho que yo sea un constante pasajero de las rutas de Medellín. O respetan o no nos cobren el pasaje.
“El Caricato”
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