Destacados, conocidos, reconocidos, escuchados… ¿admirados?... parece, simplemente, que el que se sienta en un micrófono a hablar de fútbol tiene patente para hacer salir de su boca cuanta bestialidad se le ocurre.
Se derraman, pero no precisamente en sabiduría: lamben, soban, maman gallo, pero no informan nada y mucho menos forman; o si, pero a una masa insignificante de oyentes de nada, que disfrutan con nada y, obviamente, tragan entero las mentiras y las cochinadas que les dicen.
Son un grupo grande de cincuentones y sesentones. Todos tienen los mismos vicios y a todos les gusta lo mismo: hablar de nada interesante y decir cosas poco inteligentes.
Son magnates de la basura mediática. Son poderosos en el arte de acabar reputaciones. Viven felices criticando extranjeros y no pueden ver a un técnico medio buena gente porque le caen con todo. Lo importante es decir algo, malo o malo, porque para ellos lo bueno es sólo lo que lleva su nombre y firma.
Muchos nunca han estudiado para hacer lo que hacen; es más, muchos no han estudiado, salieron de once y al otro día ya eran los comentaristas de la radio local, normalmente, de ciudades secundarias de Colombia donde el calor y la falta de oportunidades mellan en el desarrollo.
Son muñecos de vitrina, arlequines que se venden al mejor postor. Dan risa un día y ganas de llorar al otro. Defienden lo indefendible y atacan porque para ellos eso vende.
“Que la pelota la lleva este y el otro, ese que lo vieron con tal anoche….”. Fanáticos del chisme, enfermos por la plata… brutos por oficio y payasos por profesión… Un saludo a los comentaristas deportivos de mi Colombia: los “anales” del micrófono.
"El Tanque"...
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